
El silencio adolescente
1 Julio 2025
Consultas al Doctor
La adolescencia suele percibirse como un periodo complicado tanto para los padres como para los educadores, quienes a menudo justifican ciertos comportamientos con la idea de que "es adolescente, por eso actúa así". Si bien es cierto que durante esta etapa se presentan numerosos desafíos, es fundamental reconocer que los adolescentes atraviesan cambios emocionales, físicos y sociales que los hacen más vulnerables.
Entender estas transformaciones permite acompañarlos de manera más efectiva y prevenir posibles problemas de salud mental.
1. Más allá de lo físico: cambios emocionales y sociales
Tradicionalmente, los padres prestaban atención principalmente a los cambios físicos ---porque son evidentes y fáciles de detectar--- y descuidaban los aspectos emocionales y sociales. Sin embargo, la falta de conexión o el desconocimiento de las particularidades de esta etapa dificulta el acompañamiento que los adolescentes necesitan. Muchos jóvenes eligen el silencio cuando atraviesan dificultades, lo que complica aún más su detección.
Aspectos comunes en la adolescencia:
- Altibajos en el estado de ánimo.
- Irritabilidad o malhumor frecuentes.
- Aumento de las horas de sueño.
El problema surge cuando el silencio, el aislamiento, la tristeza o la irritabilidad se prolongan o intensifican sin que haya una causa aparente.
2. Señales de alerta en la salud mental
La depresión, la ansiedad, el consumo problemático de sustancias y los trastornos de la alimentación están entre los principales trastornos que afectan a los adolescentes. Identificar los primeros indicios es clave para evitar complicaciones futuras, pero este reconocimiento puede resultar difícil, ya que los jóvenes tienden a ocultar lo que sienten.
Indicadores frecuentes de alarma:
- Alteraciones del sueño o del apetito: dormir o comer en exceso, o demasiado poco.
- Irritabilidad constante: enfados desproporcionados o cambios bruscos de humor sin motivo evidente.
- Bajo rendimiento escolar: caída repentina de las calificaciones o pérdida de interés en los estudios.
- Desmotivación y abandono de actividades: dejar de lado hobbies, deportes o salidas con amigos que antes disfrutaba.
- Expresiones de desesperanza o inutilidad: frases como "No veo que nada me vaya a salir bien" o "Soy un inútil, no sirvo para nada".
Cuando estos síntomas se mantienen durante más de dos semanas, es imprescindible buscar ayuda profesional y brindar un acompañamiento cercano.
3. El rol protector de la familia
En el hogar, los padres y adultos responsables juegan un papel clave en la salud mental del adolescente. El acompañamiento basado en el afecto, la cercanía y la calidez genera un entorno de seguridad que actúa como factor protector.
Para favorecer esa contención emocional, conviene evitar frases que minimicen o invaliden sus sentimientos, como:
- "No tenés motivos para estar así."
- "Eso se te va a pasar, no te preocupes."
En lugar de eso, es mejor escuchar activamente, demostrar interés genuino y crear espacios de diálogo sin interrupciones ni juicios. De esta forma, el joven se siente comprendido y encuentra un apoyo real para expresar sus emociones.
4. Herramienta clave: escuchar más, hablar menos
La escucha atenta fortalece el vínculo entre padres e hijos y permite a los adolescentes aliviar su carga emocional. Cuando se sienten escuchados y comprendidos, están más dispuestos a compartir lo que viven, lo que facilita la detección temprana de posibles problemas y la búsqueda de soluciones conjuntas.
La adolescencia es un periodo de transición lleno de desafíos, pero también de oportunidades para fortalecer la comunicación y los lazos familiares.
La relación entre una madre y su hijo es uno de los pilares fundamentales en el desarrollo emocional de una persona. Desde el nacimiento, el apego que se establece entre ambos influye en la forma en que el niño construirá sus relaciones futuras, en cómo gestionará sus emociones y de que manera enfrentará los desafíos de la vida.
El apego seguro, que se empieza a desarrollar en la primera infancia se basa en la presencia afectiva de la madre y una respuesta consciente y sensible ante las necesidades de su hijo. Esta conexión emocional estable con la madre proporciona seguridad y confianza en el niño, lo que ayuda a que, en el futuro, puedan ser adultos con mejores habilidades sociales, autoestima saludable y menos predisposición a la ansiedad y la depresión.
Para fortalecer el vínculo entre madre e hijo es clave la comunicación afectiva y la validación emocional, escuchar activamente, es decir prestar atención a lo que mi hijo me está comunicando y lograr responder con empatía.
Además, también es importante establecer rutinas familiares donde compartir momentos de calidad, sin pantallas ni distracciones, esto contribuye a construir y fortalecer una relación sólida.
Sin embargo, sabemos que ser madre implica múltiples responsabilidades que pueden generar estrés y afectar la salud mental. Muchas mujeres experimentan mucho cansancio y agotamiento emocional al intentar equilibrar el cuidado sus hijos con las tareas domésticas, el trabajo y su cuidado personal, por ello, es fundamental que las madres practiquen el autocuidado, reservando momentos para descansar, recrearse y buscar apoyo emocional en amigos o familiares.
El equilibrio entre la maternidad y el bienestar emocional no sólo beneficia a la madre, sino también al hijo. Una madre emocionalmente estable podrá estar con más y mejor disponibilidad emocional y así brindar una mejor crianza a sus hijos, además de ofrecer un ambiente familiar más armonioso.
La crianza no se trata de ser perfecta, ni tener madres perfectas, sino de ser conscientes y estar presente en la vida de los hijos.
En este mes de la madre, es importante reconocer el papel esencial de las madres en la salud mental de sus hijos y la necesidad de que ellas mismas se cuiden emocionalmente. Valorar el esfuerzo diario de las madres y recordar que, para cuidar bien de otros, es necesario primero cuidarse a uno mismo.

Lic. María José Rodríguez
Psicóloga
Reg. Prof.: 8091